MENSAJES DE ODIO


No utilizar la opción «manos libres» en el interior del museo.

 

Las organizaciones terroristas son apoyadas por un entorno imprescindible para su continuidad. El llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco se dividía en varias organizaciones sectoriales, con una coalición electoral, HB, un sindicato, LAB, o una asociación juvenil, Jarrai. Desde este ámbito, y como muestran las pegatinas, se difundían mensajes de odio, se ensalzaba el uso de la violencia y se estigmatizaba a los que consideraban que eran sus enemigos.

En su lista negra estaban los miembros de las Fuerzas de Seguridad, representados como seres sin humanidad, sin rostro, cosificados y caricaturizados como cerdos o como perros. También estaban periodistas amenazados, como José María Calleja, que se significó por su compromiso contra ETA y que murió por coronavirus en 2020. El señalamiento preparaba el terreno para que la víctima fuera expulsada de la comunidad como paso previo a su eliminación física.

Los mensajes de estas pegatinas, y los de otro tipo de soportes, como los carteles, pancartas o pintadas, formaban parte del paisaje cotidiano en el País Vasco y Navarra. Las pegatinas se llevaban en la ropa y eran frecuentes en las fiestas patronales. En ellas solían aparecer grupos organizados que se dedicaban a atacar a la policía, y a destrozar el mobiliario urbano, cajeros automáticos o autobuses. Fue la época de la kale borroka o violencia callejera, una estrategia desarrollada por la izquierda abertzale desde los años noventa para favorecer el control social y generar un ambiente de miedo entre sus oponentes.

En marzo de 1995 radicales abertzales atacaron con cócteles molotov a la Ertzaintza en Rentería. Una de las pegatinas exhibe como un trofeo el resultado de esa acción: una furgoneta completamente destrozada. El agente Jon Ruiz Sagarna sufrió quemaduras gravísimas en el 60% de su cuerpo. A su mujer, Ana Arregui, la hemos escuchado en el audiovisual inmersivo.